Frank Quasar: Reinventar la novela policiaca.
No es exactamente una novela policíaca lo que traemos a Referencias. Es algo distinto; desde luego es una novela, faltaría más. Y una novela entretenida, amena, de lenguaje agil, con giros humorísticos inesperados, sin pedanterías de género (ya era hora de leer a algún escritor que no largue la pedantería de turno cada dos por tres) , con una cierta reiteración adjetival ( mira que le han acusado de ello) que no estorba porque sucede que el adjetivo en Los Lobos de la Luna de Frank Quasar, adjetiva, vaya por Dios, es decir, cumple su función: «el despertador sacó a Rita del agitado y poco profundo sueño»… pues mire usted, SÍ, porque el sueño puede ser agitado y profundo a la vez, y aquí hay que especificar; cito este ejemplo como podría citar otros, de adjetivación más que correcta, exacta.
Pero no, no es exactamente una novela policíaca lo que tenemos entre manos; es una historia de lobos, me atrevería a decir que es metafóricamente una historia de lobos, que, bajo la excusa de un argumento sencillo- en un vertedero abandonado aparece el cuerpo sin vida de una mujer y se desencadena la investigación de varios detectives, entre ellos Richard Delgado y Leónidas Falcón- sencillamente narra todo el desamparo de la gente solitaria que, como los lobos de la luna, transitan nuestras ciudades.
Es una novela entretenida, que se lee con rapidez, que divierte y que intriga, y que merecería el favor de distribuidores, libreros y bibliotecas. Frank Quasar, ha elegido este nombre para llamarse en el mundo literario; no seremos nosotros quien le demos otro, pero sí queremos darle todo el apoyo del mundo para esta difícil aventura que es ser escritor.
Su libro se puede pedir en su web, no es caro, y ya iría siendo hora de que los autores no necesitaran una web para lo que es justo: vender sus creaciones aunque no se esté Asociado a nada.
Por si quieren visitarle
Hola a todos. Soy Frank Quasar, el autor de «Los Lobos de la Luna».
Quiero aprovechar este comentario para, además de agradecer a Alena su gentileza por comentar y recomendar mi novela, abogar por la variedad cultural, en grave peligro a causa de la mortífera combinación entre consumismo descerebrado y globalización salvaje. Sé que un alegato de este tipo está contaminado de partida por el hecho obvio de que soy parte interesada como autor minoritario que reivindica su sitio en un mercado literario saturado y fagocitado por media docena de escritores/libros «de moda» que se reparten in-solidariamente todo el pastel. No puedo defenderme contra ese tipo de acusación, evidentemente cierta, pero ya pensaba lo mismo antes de publicar mi libro.
La oferta cultural —y de cualquier otro tipo, pero vamos a limitarnos a lo nuestro— de hoy día da asco. Por un lado, es más amplia y variada que nunca y, en teoría, todo el mundo tiene acceso a ella; por otro, la preeminencia de determinadas “opciones” sobre las demás es tan apabullante que el 99% del público no llega a enterarse de la existencia de las otras. No es necesario recalcar que esos productos “saturantes” que copan el mercado de manera abusiva nunca serán “ácidos” o “arriesgados” por propia definición (con la falta de arrojo creativo y el consiguiente empobrecimiento cultural que ello supone) y, caso de suscitar algún tipo de polémica o debate, estos serán tan vacuos e insustanciales como las obras/autores que los presentan. Ejemplos hay miles, desde las absurdas conspiraciones —que nadie con dos dedos de frente se puede creer— propuestas por el ínclito Mr. Brown en su hiper-mega-sobrevalorado Código da Vinci a los falsos “escándalos” suscitados por el nada casual desnudo de un pecho de Janet Jackson en una actuación televisada o la censura en tal o cual país del penúltimo vídeo de Shakira, por no limitarnos sólo al mundo de la literatura.
Las campañas publicitarias apabullantes que acompañan el lanzamiento de “la última de Harry Potter”, “la nueva de Dan Brown”, el fallo del Premio Planeta o cualquier otro tren mercancias destinado a arrasar el mercado, y de paso nuestros cerebros, no dejan ningún margen a la sorpresa: los más vendidos siempre serán ellos. El problema es que, además de ser los más vendidos, cada vez más a menudo son los ÚNICOS vendidos. Y la cultura de consumo rápido que vivimos (lo de la semana anterior ya es antiguo; lo del mes pasado, prehistoria), además de imposibilitar el éxito a largo plazo de las obras minoritarias, también dificulta una adecuada valoración sobre la verdadera calidad de los productos que ¿decidimos? comprar. Todos deberíamos hacer una pequeña reflexión sobre ello, no es un tema banal. ¿Realmente queremos que esto siga así?
Yo planteo el debate. Como punto de partida apunto dos opiniones mías que a mí me parecen obvias y quizá no lo sean tanto:
1º. De ningún producto destinado al consumo rápido y masivo cabe esperar verdaderas sorpresas o riesgos artísticos. En Hollywood, los “testscreamings” han pasado de ser un elemento de juicio más (para cambiar, por ejemplo, el final de la película) a determinar por completo el trabajo de guionistas, actores y directores, eliminando cualquier “arista” molesta para un público de paletos y mojigatos. Da pánico pensar qué tipo de films nos aguardan en el futuro de seguir esta tendencia.
2º. Los periodos de mayor creatividad cultural siempre coinciden con tiempos de “furia y desenfreno” donde la variedad de propuestas incentiva tanto la competitividad como la influencia mutua entre multitud de artistas emergentes —ejemplos musicales: los años de la movida en España o la eclosión del rock’n’roll en la década de los 50 en Estados Unidos—. Puede pensarse que esto es casual, responde a momentos históricos y que hubiera sucedido igual fuera cual fuera la situación del mercado en aquel instante. Puede… pero lo que desde luego no ayuda es la situación contraria. Yo al menos tengo claro que hubiera “vendido” mucho mejor mi primera obra (por lo menos a las editoriales) “plegándome a la situación actual” y escribiendo una de intriga pseudohistórica o una novela romántica, que también se llevan mucho este año.