Textos creativos de Luis de Diego
Un relato Romántico por: Luís de Diego
Un zumbido, acompañado de una música conocida, aunque olvidada, interrumpió los pensamientos del hombre. Parsimoniosamente sacó el celular del bolsillo de su camisa y miró quién le llamaba.
Efectivamente, era ella y oprimió el botón para recibir la llamada.
-Sí-contestó de forma seca.
-Hola-respondió una voz melosa y dulce al otro lado de las ondas.
-Hola-su voz seguía siendo cortante.
-¿Cómo estás?-preguntó la voz amorosa al otro lado.
-Bien-dijo él continuando el monólogo que parecía haberse adueñado de sus respuestas.
-¿Qué haces?-insistió ella.
-Lo que hace cualquier alcohólico social a estas horas-respondió con ironía.
Al otro lado se comenzó a oir un sonido que él conocía muy bien. El de un lloro sordo y tenue que quería pasar desapercibido. Solo que no aguantaba el lloro, era superior a él.
-¿Quieres dejar de llorar?-le reprendió él.
-Sabes que lloro con facilidad-le contestó ella-.
-Está bien, ¿qué querías?-trató de consolarla.
-Quiero verte-la voz parecía estar más calmada y menos tensa.
-¿Para qué?-inquirió él.
-Quiero que nos veamos y hablemos-dijo ella, ahora con más seguridad.
El se quedó en silencio durante un momento. Solo se oía su respiración acompasada, el ruido que hacían sus pulmones cargados de tabaco y un largo suspiro que salió de muy adentro.
-¿Sirve para algo?-preguntó finalmente.
-Necesito verte, estar contigo y sentirte cerca-le dijo ella, lanzándose a decir cosas largamente pensadas y muy escondidas en su interior-Me gustaría-afirmó finalmente.
Nuevamente silencio. Otra vez el mismo ruido de sus pulmones cargados, el negro y temido silencio, el sonido rancio de nada.
-Está bien-dijo por fin-Ven a verme.
-No-la voz de ella volvía a denotar miedo e inseguridad-En semana santa iré a Granada y me gustaría que te vinieras. Así no estaremos ni en tu territorio ni en el mío.
-Perdona-objetó él-Tu estarías jugando con ventaja-le recriminó.
-Eso es lo que hay-dijo ella cansándose ya de sus respuestas cortantes.
Había hecho un esfuerzo muy grande para superar sus miedos y llamarlo, para intentar recuperar algo que sabía perdido, lo conocía muy bien, pero vencer a su orgullo era ya una victoria. Tratar de volver a incendiar las ascuas de un fuego que sabía casi apagado, pero con la esperanza de hacerlo volver a resurgir de las brasas.
-Está bien. No sé si podré ir-le dijo por fin-Aun no sé como lo haremos con los niños mi ex y yo. Si puedo te llamo y voy.
-Vale-su voz se notaba ahora mas relajada. Había conseguido que al menos no le diera un no por respuesta. Era algo positivo.
-Bueno, pues, quedamos en eso-dijo finalmente él-Ahora te dejo, tengo cosas que hacer.
-Espero tu llamada-contestó ella.
-Hasta luego-se despidió él.
-Hasta luego.
Y cortó la comunicación. Lo que no supieron ninguno de los dos es que dos besos salieron en direcciones opuestas, cruzaron el cielo estrellado y se saludaron a mitad de camino, como lo hacen dos viejos conocidos que hace tiempo que no se ven, con alegría y nostalgia. Acabaron por depositarse en algún lugar desconocido para ellos, o tal vez demasiado conocido.