Cuentacuentos y Saramago o la virtud de la impaciencia.
El Colectivo Escénico Légolas nos hizo llegar un artículo que consideramos de interés acerca de una faceta creadora absolutamente singular y actualmente de moda: el arte de contar cuentos.
QUÉ SERÁ ESO DE CONTAR CUENTOS. POR : Légolas, colectivo escénico
El cuentista va a empezar la sesión, ha charlado con el público unos minutos antes, ha sopesado edades, ánimos. Ahora termina de decidir los cuentos que va a desenvolver para ellos. Termina de ajustar el orden, el tono, el vocabulario que debe emplear. Y comienza a contar. Sin más.
Dar vida a las palabras, perderles el miedo, usarlas, manosearlas, darlas y recibirlas, jugar con ellas y exprimir su jugo. Cuando el que escucha y el que cuenta se encuentran hay que entenderse, hay que regalar y dejarse querer. En cada sesión desenvolvemos un regalo cuento a cuento.
En realidad parece sencillo, pero no nos ponemos de acuerdo. No sabemos qué hace del cuento algo tan poderoso que cautiva con tan poco. Y mira que es viejo este oficio, tan viejo como el fuego en la noche. Llevamos años contando y la técnica surge, aprendes a escuchar al público y a pulir una historia que te enamora. Pero al empezar, nunca sabes realmente qué va a suceder.
En parte seguro que es porque los niños son nuestro gran público. Y eso que la narración en realidad no es una actividad infantil. Cuando contamos para niños, estamos contando también para sus padres. Cuando contamos para adultos estamos conectando con el lado infantil de estos. Por eso contar para niños es contar para todos.
La figura tan familiar del cuentero, del cuentista, forma parte de la infancia de todos. Una figura con derecho propio en muchas culturas, donde la comunidad entera «leía en ellos». En torno nuestro se está viviendo un renacer del narrador pero ahora con una faceta más profesional, con grandes artistas, festivales internacionales y gran calidad sobre la escena. Y aunque la biblioteca ha constituido el hábitat natural de este arte, encontrar espacios escénicos donde contar se hace necesario para progresar, buscar, experimentar con otras formas de contar.
Es necesario además que los narradores se concentren de hacer de este arte algo reconocible, profesional, comprometido, lejos de la imagen estereotipada del cuentacuentos. Esto es un arte, donde se sueña y donde se trabaja con técnica y pasión a partes iguales para simplemente, dar vida a una historia, y que esa historia siga viva para ser contada.
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José Saramago: El final de una civilización
A raíz de unas declaraciones de José Saramago, en el curso de la cita internacional de literatura iberoamericana que se ha celebrado en Santander, en las conferencias tituladas Lecciones y Maestros, se pidió a una serie de artistas e intelectuales que valorasen su opinión por considerar que podían ser objeto de discusión.
Reproducimos tanto lo dicho por Saramago como las reflexiones a que dio objeto.
«José Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922) dijo ayer que había que perder la paciencia y demostrarlo ante un mundo que está corriendo hacia el abismo, que es incapaz de cuestionar las limitaciones de una democracia gobernada por los ricos y donde la izquierda es cada vez más «estúpida». «¡Aullemos!», pidió en la Torre de don Borja, recuperando la cita del Libro de las voces («Aullemos, dijo el perro») que precede a su novela Ensayo sobre la lucidez.
No dejo de hacerme mucho la más banal de las preguntas», había dicho un poco antes. «¿Qué es lo que estoy haciendo aquí? No estoy buscando una finalidad, no espero que me examinen y que vaya o no a aprobar. Me pregunto si he aprovechado el tiempo, en qué lo he malgastado. No somos nada más que un montón de rellenos y vacíos, y vivimos con una terrible mala conciencia. Y es que sabemos que no deberíamos vivir así. El mundo es un horror; la vida, un desastre. Pero no nos damos cuenta de que todo se puede cambiar. Hay que cambiar la vida. Si no cambiamos de vida, no cambiaremos la vida».
Poco después, el escritor portugués ponía en marcha la trituradora. «El ciudadano sirve ahora para votar y, cuando lo ha hecho, ¡hasta luego!». Y pasa los cuatro años siguientes replegado, sin participar en la marcha de las cosas, fuera de juego. Todo se reduce, como mucho, a cambiar un gobierno por otro. «El mundo democrático está dirigido por organismos que no son democráticos», comentó después, y aludió a distintas organizaciones internacionales. Así que ha llegado la hora de aullar, ésa fue su conclusión. «Estamos al final de una civilización», lo que surgió de la Ilustración, la Enciclopedia y la Revolución Francesa está a punto de irse al garete. »
La reflexión de los artistas
Cati Cobas ( cronista)
«Pero no nos damos cuenta de que todo se puede cambiar. Hay que cambiar la vida. Si no cambiamos de vida, no cambiaremos la vida.»
Elijo este párrafo de Saramago porque la dimensión de lo que plantea para el mundo y sus opiniones sobre el rol de la democracia y las corrientes políticas supera mi capacidad de reflexión, aunque sí siento, más que pienso, que estamos terminando un tipo de civilización.
A nivel personal creo en cambiar lo pequeño. Hasta lo muy pequeño puede obrar el milagro de cambiar, si no La Vida, por lo menos, «alguna» vida. Y creo, también, más en el ejemplo que en la prédica, tal vez por ser madre de adolescentes…
Manolo Cubero (novelista)
Saramago, una vez más, tiene más razón que un santo. Y conste que soy de los que dicen que la juventud no está tan mal como se dice. Lo que pienso es que una minoría de energúmenos que destrozan cuanto cae en sus manos impone su fama- mala- a la inmensa mayoría de jóvenes normalitos que no forman escándalos.
Pero aún así, echo en falta mas compromiso con la sociedad por parte de los jóvenes y no tan jóvenes.
Hace días, viendo un programa sobre los treinta años de democracia. Hablaba de ese tema… En aquellos momentos fueron muchos millares de gente joven quienes de forma desinteresada y jugándose más de cuatro cosas nos echamos a la calle… Otros, incluso, nos habíamos echado antes.
Montse Grao (novelista)
Aullemos, aullemos todos y dejemos la estupidez en el sofá haciendo gala de saber manejar mandos a distancia.
Salgamos a la calle y hagamos de lo cotidiano una lucha por una vida mejor, hagamos que nuestros hijos se levanten con la sensación de no perder el tiempo día tras día al escuchar las noticias, que simplemente acompañan la sobremesa, sin saber siquiera si el mensaje es un secuestro, un atentado, una invasión de ratas o el lloro incesante de una tonadillera que no lloró a la hora de llevarse lo que no era suyo. Da igual, todo forma parte de la casa, familiarmente adherido a nuestra miserable rutina.
Aullemos, que lo más fácil es dejarse llevar.
Sagrario Hernández(poeta)
El neoliberalismo capitalista una aberración, la democracia actual una falacia, la cultura occidental por los derroteros que va ahora, un peligro, etc., como para no aullar, señor Saramago.
Issa Martínez: «Aullar es un arma contra la injusticia» (poeta)
¿Aullar es un arma contra la injusticia? ¡Acabáramos, quizá esa es la solución! Nosotros queriendo ser muy personas y expresándonos siempre en un idioma incomprensible y, encima de todo, tenemos el descaro de quejarnos.
Pues no sé si aullar sea la solución: son aullidos los de los muertos, aúllan los que se mueren de hambre, aúllan los familiares de los desaparecidos, aúllan los despojos humanos que quedan de las guerras. El mundo entero es un aullido…
Yo creo que en lugar de aullar, debemos educar. La tarea es larga y los resultados aún tardarán muchos años. El discurso del Señor Saramago es en mi opinión muy generalizado en cuanto a tener o no conciencia, aunque comparto su apreciación en cuanto a lo que representa el ser humano en relación a la democracia: «voto y olvido». Bastante difuso en cuanto a «si no cambiamos de vida». Eso ya muchos lo sabemos, pero la mayoría del mundo no necesita eso, sino que los gobiernos les/nos permitan poder cambiarla. El tema es demasiado extenso e importante como para resumirlo a aullar.
Jerónimo Mira (pintor y relatista)
Me temo, es una visión realista y no pesimista, que nadie saldrá a la calle; de salir, quienes lo hagan se sentirán más solos y abandonados que antes. La malla sociodemónicoeconómica -léase con dos acentos- (tendría que decir económico demónica social, ya que el todo del dios Baal de esta civilización está en la «economía», la gran dictadora de los pocos días que pasamos sobre este planeta) se ha hecho, en su vacío, tan tupida y muelle que todo rebota en ella, incluso las buenas causas, las buenas intenciones, la buena educación (no se confunda con una flor pitiminí) hallan un punto de absorción para ser «recicladas» y servir al «Gran Amo».
Sería fácil, demasiado, mencionar lugares, casos y nombres, hoy no lo haré.
El aullar, lo inicié en mi gran año de claridad sito en mi decimo segundo año de vida, fue, es y será mi leit motiv hasta el día que fallezca. No necesité a ningún Saramago para ver en mi entorno familiar, de barrio, de aquel viejo y gris Manacor, hoy por cierto y a pesar de sus coloridos, faltos de imaginación, carteles y marcos de tiendas sigue tan gris como antaño, de esta rancia Mallorca dominada por los de siempre, a la vista o en la sombra, desde sus atalayas o sus yates que todo era contradictorio, que nadie estaba ahí, léase iglesia, ayuntamiento, colegio, policía, etc., nadie estaba ahí persiguiendo el bien común, algo en lo que había creído tan ciegamente como niño-persona, algo que me era inculcado diariamente desde las tarimas de las clases, nada coincidía cuando salía fuera. Fue inconcebible para mí pequeña persona descubrir que nadie se movía para ayudar al necesitado, que nadie reconocía los años de labor de otro, el otro, a pesar de que había pasado una fratricida guerra civil, seguía siendo alguien a denostar, alguien a quien negarle la oportunidad, alguien a quien ignorar, todo era un vals de hipocresía y apariencias. No habla quien soy hoy por la experiencia de rechazo y marginalidad, en lo social y cultural, «trato exquisito», que he recibido, fui avisado de ello por personas que por aquel entonces tendrían la edad que tengo yo hoy y que, aun siendo pocas, querían mi bien; lo cierto es que insistí creyendo que podía cambiar algo, a cada paso me quitaban la tierra para que me cayera, se me indicaba que era utopía… lo más duro fue cuando mi mente salió del paletismo balear para comprobar que fuera, más allá del Mediterráneo era idénticamente lo mismo, peor aún, mucho peor. Saramago debiera ser consciente de que todas las generaciones de los sesenta, todos los movimientos, desde EEUU a Francia, desde Irlanda-Escocia y ciertos países africanos, iban todos encaminados al AULLIDO, mentaré para quien desee documentarse el desapercibido libro dentro del movimiento beat (USA) de Allan «no tengo boca y deseo aullar», Edy Goodright y su guitarra siguiendo a las familias desprotegidas de unos estados sumidos en la depresión, un Steinbeck con sus «Uvas de la Ira», etc. sin olvidar a todos aquellos, como el reciente premio de cultura Principe de Asturias: Bob Dylan… no me alargaré, termino.
Lo siento por Saramago pero lo cierto es que no ha descubierto nada que no supiéramos ya, algo que es nuestro motivo de seguir a pesar de que somos gotas de agua en aguas turbulentas, Simon & Garfunkel, seguir aún que para ello tengamos que ser literalmente expulsados-excomulgados de sus paraísos.
La salida hoy a la calle lo secundará, todos están, a la caída de la tarde, esperando saber cómo acabará la liga, mientras cien mil niños serán violados, serán esclavizados, otros cuerpos destrozados en múltiples calles de oriente próximo reemplazarán a los de ayer… todos a la caída de la tarde querrán saber a qué hora empieza «DV», cual es el nuevo programa con más audiencia y otras banalidades; todos se acostarán junto a la mujer o al hombre que no aman después de unas interminables esnifadas de «Tomate», «Salsa Rosa», «Diarios de Anales de Ana», etc.
Me preocupa estar tomando conciencia de que «algunos» no es que seamos marginados que no merecemos la sociedad en que vivimos, sino, algo más real: que esta sociedad no merece a «algunos/as hombres y mujeres buenos/as». Suena repipí quizá, quizá todo habrá sido un mero soñar.
Algunos dicen que otras generaciones lo vivieron todo ya y que nosotros no tenemos nada por contar, por el amor de Dios bendito: ¡Abramos los ojos!!! Cierto que no vivimos una guerra civil, pero si una Gran Guerra Mundial, una guerra en la que la gran Víctima es el planeta y sus sociedades, por ende en que las víctimas, con nuestro tipificado modo de vida al cual no queremos renunciar, somos nosotros mismos.
Pilar Moreno (narradora y articulista)
Estamos al final de una civilización; con estas palabas no da a conocer el escritor Samarago su manera de pensar sobre esta época que estamos viviendo. Aunque pueda parece negativa esta opinión, pienso que es todo lo contrario. El final -nos dice el escritor- no significa siempre la terminación o desaparición de algo: nos da la posibilidad de comenzar algo nuevo. Esto es lo que él quiere hacernos ver, que yay que cambiar la vida. Estamos viviendo una vida que -de seguir así- nos va a llevar a la completa destrucción. Guerras, genocidios, hambre, pobreza, violaciones a la naturaleza, y así podríamos hacer una lista larga. Pero tenemos la posibilidad de cambiar.
¿Y cómo hacemos ésto? Desde luego no preguntándonos qué hacemos en el mundo, sino decidiéndonos a cambiar. Cambiando la manera de vivir, sigue diciendo Samarago. Hay que hacerlo, podemos hacerlo. Y yo pienso que hay que para cambiar hay que empezar por la educación. Educar la mentalidad, empezando por enseñarles a nuestros hijos el respeto por la vida, la generosidad, la importancia de mirar por los bienes de la tierra que compartimos. No contentarnos con la pregunta de qué podemos hacer, sino empezar por cambiar ya nuestra manera de enfrentarnos a los problemas. Pienso que es un primer paso el ser más asertivos en nuestras opiniones, dejarnos de buscar la culpa en los demás. El hombre -como ser inteligente que es- es responsable de lo que pasa en el mundo. Asi de simple.
Estamos al final de una civilización, y la próxima está en nuestras manos el hacerla mejor.
Samuel Rodríguez ( narrador)
Primero me parece que don José Saramago está cansado y desanimado, porque no es nuevo lo que nos está diciendo o será que el público al que iba dirigido su discurso está tan errado para darse cuenta de la situación en que vive o es un sector social apático que merece se le exija un compromiso.
Es tan pesimista el discurso, ese en el cual las instituciones del siglo XX y del corriente no han dado los frutos esperados, que caben preguntas como con qué las sustituimos o si de principio todo esa disertación que defendía dichas instituciones estaba equivocada cuál sería entonces la alternativa. Al menos se de una disciplina que a nivel de discurso se dice: si, ya sabemos que está muy mal el asunto, pero tenemos que partir de esa situación y dar patadas de ahogados con la misma, porque no hay o por lo menos no hemos descubierto algo mejor para sustituirla.
Pero desviándome un poco de esas nubes y aterrizando a lo banal, acá con mis compañeros del restaurante con los que trabajo, a veces hago intentos de preguntarles sobre historia mexicana, su experiencia escolar, su derecho a voto y otros del mismo tipo. La mayoría no tiene la mínima idea sobre esos tópicos, ni sobre educación cívica o política, ni sentimientos elevados de odio y amor, de vida auténtica o vacía. No hay tiempo para eso y no lo tuvieron. Pero cuando estamos presionados por el trabajo que cae a cántaros sobre nuestras espaldas, surge la solidaridad, una risa repentina, una llamada de auxilio, una mano que ofrece ayuda sin que se le pida. Y uno aúlla entonces, pero por dentro de felicidad, y ni siquiera, por fortuna pasa por nuestra cabeza esa idea de que estamos al final de una civilización.
Esta especie de artículo comentado a varias voces me ha encandilado por su originalidad y, además, servir de enlace palabras de Saramago, hombre al que respeto y admiro por su compromiso, ha sido un placer redondo.
DISTINTOS MATICES PARA UN PROBLEMA UNIVERSAL.
EL ASUNTO ES NO CALLAR, MANTENGO LA ESPERANZA DE UN CAMBIO, SI NO ES PARA MI SERVIRÁ PARA LOS QUE VIENEN DETRÁS.
ADAL